Una de las mayores responsabilidades a las que se enfrenta una persona en la vida adulta es, sin duda, la maternidad/paternidad.
Soñamos con tener a nuestro hijo/a en nuestro regazo, cubrir todas sus necesidades físicas y emocionales, tratar de inmortalizar cada momento y vivir su crianza con intensidad y pasión. Sin embargo, cuando ese momento llega, hay algo muy potente que llega en compañía del bebé, la inseguridad. Y es precisamente esta necesidad de darle confort, consuelo, bienestar y satisfacción la que nos lleva a cubrir cualquiera de sus necesidades de manera instantánea, como si se tratase de un instinto feroz que no te permite ignorar ni uno sólo de sus requerimientos. Así es y así tiene que ser, por este motivo y entre otras cosas; amamantamos o alimentamos a nuestros hijos/as, practicamos colecho, porteamos, pernoctamos si está enfermo, etc.
Todos los niños y niñas que nacen están destinados a alcanzar ciertos hitos de manera natural, todo lo relacionado con el movimiento: girarse, sentarse, gatear, trepar, andar… van a hacerlo solos, sin necesidad de ser enseñados por el adulto. Sus padres, maestros o cuidadores nos tenemos que preocupar de acondicionar el espacio y confiar en ellos/as. Si esto es así, si ellos/as son los protagonistas de su propia evolución, no sólo les va a aportar una satisfacción y seguridad increíble, sino que van a ser conscientes de los riesgos reales y seguro enfrentaran retos cuando estén listos para conseguirlos. Por otra parte, hay aspectos del desarrollo que precisan de la estimulación del entorno, como es por ejemplo, el lenguaje. Cada niño/a vive un proceso de adquisición del lenguaje diferente, sin embargo, los niños/as que están estimulados por su entorno con mayor variedad de recursos, adquieren antes el lenguaje y progresivamente hacen mejor uso de este.
¿Qué pasa cuando, como padres/madres ofrecemos ayudas innecesarias?
Toda ayuda innecesaria es aquella que supone un obstáculo para el desarrollo natural del niño/a y el adulto le ofrece de manera inconsciente, ya sea por desconocimiento o por imitar patrones de crianza heredados de su entorno (padres, tíos, abuelos). Cada vez que hacemos algo por un niño/a que puede hacerlo por sí mismo, estamos coartando su independencia y sobre todo, restándole oportunidades de aprendizaje, que van a ser valiosísimas para ellos/as.
Por este motivo, cada vez hay más corrientes y estudios que nos aportan información sobre la importancia de criar niños y niñas independientes, capaces de enfrentarse a rutinas de vestido, comida, limpieza, orden, etc. mostrando ser resolutivos y disminuyendo su frustración a medida que van creciendo y enfrentando retos mayores, cuando salen de su zona de confort. Porque, unos padres que hacen todo por sus hijos/as no significa que los quieran más, y hay muchos adultos que tienen la creencia errónea de que haciendo más por los niños/as los hacen sentir mejor.
En la infancia los niños y niñas están más protegidos por su entorno más cercano, pero a medida que van creciendo sus núcleos sociales se van expandiendo. La falta de independencia lleva asociada en muchas ocasiones la sumisión, enfrentar la adolescencia con esa necesidad de tener a alguien que resuelva por ti, puede hacer que surjan problemáticas de diferente índole… y resolver ahí es más complejo. De ahí la importancia de conocer y aplicar recursos en los primeros años de vida, y es lo que hacemos en las escuelas Montessori, como La Trébola, compuesta por profesionales que se preocupan de cuidar y proteger lo más valioso del ser humano, su infancia.
Texto escrito por: Maria Elena Flores. Maestra de Educación Infantil y Guía Montessori de Children’s House en La Trébola..